DON QUIJOTE: Ganar o perder poco me importa.
ALDONZA: ¿Qué os importa?
DON QUIJOTE: Perseguir un ideal.
ALDONZA: ¿Qué significa? ¿Qué es un ideal?
DON QUIJOTE: Es la misión del verdadero caballero, es su deber… ¡No, no! ¡Su deber no! Su privilegio.
jueves, 11 de febrero de 2010
Debes Amar
Silvio Rodríguez (1978)
Debes amar la arcilla que va en tus manos
Debes amar su arena hasta la locura.
Y si no, no la emprendas que será en vano:
sólo el amor alumbra lo que perdura,
sólo el amor convierte en milagro el barro.
Debes amar el tiempo de los intentos.
Debes amar la hora que nunca brilla.
Y si no, no pretendas tocar lo cierto:
sólo el amor engendra la maravilla,
sólo el amor consigue encender lo muerto.
Cuánto
¿Cuánto? ¿Algo más de lo que dura un cigarrillo o lo que se tarda en escoger una corbata? ¿Aproximadamente el tiempo que se necesita para resolver un crucigrama? ¿Justo lo que dura la cópula entre dos homínidos poco imaginativos? ¿Tal vez la duración de un noticiario? ¿Acaso lo que invariablemente tarda en morírseme una planta? ¿Quizá lo que dura la espera en cualquier administración pública? ¿Lo que tarda en llegar un ascensor? ¿Lo que tardé en preparar aquellas malditas delicias de calabacín a la menta? ¿Lo que se tarda en aceptar un cáncer incurable? ¿Cuánto puede tardar en ducharse una desconocida?
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Félix Palma
Las Armas las Carga el Diablo
Este refrán no se equivoca. Dios no puede ser tan jodido. Ha de ser el Diablo el que carga las armas, o al menos las armas de destrucción masiva, las verdaderas, las que Irak no tenía, las que están reventando al mundo: los bombardeos de mentiras de las fábricas de opinión pública; las armas químicas de la sociedad de consumo, que enloquecen el clima y pudren el aire; los gases venenosos de las fábricas del miedo, que nos obligan a aceptar lo inaceptable y convierten la indignidad en fatalidad del destino; la mortífera impunidad de los asesinos seriales elevados a la categoría de jefes de Estado; y las espadas de doble filo de las grandes potencias que multiplican, a la vez, la pobreza y los discursos contra la pobreza, y al mismo tiempo venden minas antipersonales y piernas ortopédicas y desde los cielos arrojan misiles y contratos de reconstrucción sobre los países que aniquilan.
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Eduardo Galeano
Eduardo Galeano
Los Romanos
Al anochecer los romanos suelen subir al Pincio o al Gianicolo para admirar desde estas colinas su ciudad, Michael Ende nos describe así lo que pudo observar desde ahí:“La mayoría viene naturalmente en coche, por que el camino hasta aquí es dificultoso. Las parejas prefieren las motos, cuanto más pesadas mejor, que dejan estacionadas con el motor en marcha. El ruido no molesta a nadie. Los que están cerca suben el volumen de sus radios, lo que tiene como consecuencia que todos hablan a gritos. Pero el griterío entre esta gente es una expresión de alegría vital. Lo que quizá explica su inexplicable amor por las arias de ópera.”
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